



Película Perdida
Conozco a Vielma desde hace unos años cuando empecé a trabajar en su estudio, desde el inicio noté muchas similitudes entre nosotros. Venimos de un contexto geográfico similar: el norte del país y nuestras prácticas que manifiestan una fascinación/animadversión hacia Estados Unidos. También, el cine se presenta de varias maneras como referente en nuestros proyectos; por lo que tiene todo el sentido que colaboremos en Película Perdida, la segunda exposición individual de Carlos en la Ciudad de México.
Cuando empezamos a hablar de este proyecto, no pude evitar pensar en Paris, Texas, película de Wim Wenders de 1984, en la cual Travis, el protagonista, deambula desorientado por la frontera de Chihuahua con Texas, tratando de encontrar a su esposa. Conforme la película avanza, su hermano le entrega un álbum familiar con el cual Travis comienza a tener recuerdos vívidos de ella.
Película Perdida es una operación inversa a un found footage puesto que no es de carácter documental, ni surge de lo encontrado; es el punto de partida con el que Carlos Vielma reimagina un período de su historia familiar que coincide con la última etapa del llamado cine de oro mexicano utilizando película súper 8 y entrevistas con su madre. Este capítulo que Vielma nos narra con escenas discontinuas en blanco y negro, trata la historia de su abuela Antonia quien, como tantas otras mujeres en condiciones desfavorables producto de las políticas públicas del llamado milagro mexicano, migró a Estados Unidos tras enviudar.
Decía Adolfo López Mateos, ”a mi izquierda y a mi derecha está el abismo” para referirse a su posicionamiento político justo en el estadio de transición de la posguerra a la Guerra Fría, donde México pretendía mostrarse con cierta imparcialidad que, en latencia, escondía lo que hoy se manifiesta: México siempre ha estado alineado a favor de la agenda política estadounidense. Este proyecto resulta en una especie de auto etnografía que realiza el artista al escarbar en su memoria personal y familiar para señalar las condiciones políticas que han atravesado a su familia.
Este cuerpo de obra es una primera aproximación de lo que, entre otras cosas, Carlos ha explorado estos últimos dos años en Estados Unidos. Los experimentos materiales con el encausto los inició en Skowhegan School of Painting & Sculpture, mientras que el eje temático de esta muestra lo ha desarrollado como residente en el Core Residency Program del Museum of Fine Arts de Houston Texas, siendo precisamente el valle de Texas donde su abuela llegó después de haber migrado.
Durante su estancia en Texas, Carlos se ha dedicado a visitar los lugares que su abuela frecuentaba y, en ese ejercicio de desplazamiento, regresa a México a entrevistarse con su madre con el afán de construir una memoria colectiva de la cual resulta el despliegue de imágenes que vemos.
Es en Texas donde Carlos trata de reencontrarse con su abuela en un acto de fantasmagoría –y es que el cine es eso, fantasmagoría pura– y también es donde el protagonista se reencuentra con su esposa en Paris, Texas.
Película Perdida muestra la inquietud del artista hacia la pintura para que esta no resulte recursiva ni tautológica, evoca todos los fantasmas posibles por diferentes médiums –digamos médiums en vez de medios–, siendo así que la pintura, termina siendo un engranaje más en su práctica.
Quiero cerrar este texto con dos precisiones. Busco diferenciar entre la palabra saudade y nostalgia. Ambas palabras comparten emociones similares, una emoción que se vincula con el pasado y esa sensación de extrañar algo que ya no está, siendo así que la nostalgia en cierta forma nos hace añorar el querer regresar al pasado para volver a vivir algún momento en particular que nos impactó de en cierta forma, sin embargo, saudade parte del deseo de experimentar de manera similar ese acontecimiento.
En esta exposición existe algo de ese deseo de volver a vivir momentos en particular en carne propia, pero me quedo pensando. ¿Cómo podemos sentir añoranza por un momento que nunca vivimos? Y más difícil aún, tratar de volver a vivirlo.
Martín Estrada Márquez