Pedazos de mar y niebla
Por Cecilia Miranda Gómez
Hay, en toda imagen, una imagen que falta.
Pascal Quignard
El origen y el porvenir son, además de la necesidad de sobrevivencia, inquietudes que atraviesan nuestra vida. ¿Dónde estamos, quiénes fuimos, qué podemos llegar a ser? Cada vez que nos enfrentamos a una imagen asistimos al encuentro con una superficie endeble a la espera de encontrar respuesta a alguna de estas preguntas.
A diferencia de los textos que narran las historias en pasado y que transforman toda experiencia en un hecho casi irrefutable, las imágenes advierten no sólo su parte fuera del encuadre, sino su tiempo futuro, eso que está por suceder y que se siente desde la ausencia. Pero, ¿cómo estar en calma mientras lo que presentimos es un tiempo poco esperanzador?
Aunque creemos conocer nuestro entorno porque lo hemos visto, es la falta lo que persiste, como si la totalidad del mundo fuera, más que cualquier otra cosa, una imposibilidad. Sin embargo, no habremos de considerar al vacío un acto ingenuo, pues las faltas son muchas veces omisiones deliberadas.
Los ejercicios que operan en el silencio es lo que ha llevado a artistas como Cannon Bernáldez y Aldebarán Solares a insistir en lo que no está y tomar a la materialidad de la imagen como lugar de enunciación. A través de una visualidad que transita por condiciones específicas de la película, dispositivo fotográfico y soporte, las imágenes de Bernáldez y Solares especulan sobre la fotografía desde dos frentes distintos. Por su lado, Bernáldez explora la capacidad de lo fotográfico como sugerencia de una violencia omnipresente en el paisaje, condición inseparable de la humanidad frente a su entorno; mientras que Solares busca aprehender momentos específicos de ciertos lugares convertidos en huellas y accidentes topográficos mediante la alteración, muchas veces azarosa, de sus herramientas.
Como parte de una colaboración entre Lateral y Patricia Conde Galería, Pedazos de mar y niebla es una muestra que nos invita a indagar en las imágenes que, ante su falta, motivaron a dos creadores, de generaciones distintas, a ir en busca de su asedio. Al ser evocados, los faltantes que sugieren las obras en sala se convierten en paisajes recordados, huellas lumínicas, gestos del cuerpo que atraviesan la memoria y la mirada de quienes hemos pensado, vivido, o imaginado las imágenes que refieren; su origen, su porvenir, y con ello, los futuros alrededor de ellas. Ante la incertidumbre irrevocable de nuestro presente, nos queda lo que falta como provocación para reimaginar aquello que necesitamos.